VIVIANA FRIDMAN
Universidad de Buenos Aires, Argentina
ANALÍA OTERO
Instituto de investigaciones sociales de América Latina - Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas - Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
Resumen. La inclusión laboral joven convoca a un debate sobre sus problemáticas y las alternativas para atenderla. Este texto presenta hallazgos de un estudio sobre la Cooperativa Mundo de zapatillas xx, experiencia ligada a la economía social y gestada en la década de 2000 en el marco de profundas reestructuraciones en las formas organizativas del trabajo asalariado. Aquí, interesó indagar en su génesis, así como en la dinámica de su organización productiva y laboral, a la luz de su potencialidad como caso que nuclea una amplia proporción de trabajadores jóvenes. Se adoptó una metodología cualitativa mediante la realización de entrevistas semiestructuradas más encuestas, y como hallazgos se identificaron características que permiten considerarla un espacio de capacitación e inserción laboral con apertura a la población joven sin experiencias previas.
Palabras clave: trabajo de jóvenes; cooperativismo; economía social; oportunidades de empleo; Argentina.
Cooperativism as a youth labor inclusion mechanism. An Argentine case study
Abstract. The topic of youth labor inclusion requires a debate on the problematics of the issue and alternatives to address it. This article presents the findings of a study of the Cooperativa Mundo de zapatillas xx in Argentina, a social economy experience, which was created in the 2000s at a time when a profound restructuring of the organization of salaried labor was taking place. The study focuses on how the cooperative was formed and on the organization of its productive activities and its labor force in order to review its potential as a case that includes a high proportion of young workers. Qualitative methodology was employed consisting of semi-structured interviews in addition to surveys. The findings identify the characteristics that make this cooperative a space for training and labor insertion which is open to young people without previous experience.
Keywords: Youth labor; cooperation; social economy; employment opportunity; Argentina.
El desempleo y, aún más, el avance de la precariedad y la informalidad laboral son desde hace décadas problemáticas que afectan el conjunto de los trabajadores y particularmente al sector poblacional joven. Los aportes de las ciencias sociales y las formas de atender la cuestión son un tema presente en nuestra región y en el ámbito local, ya que la inclusión laboral es uno de los aspectos de debate en el campo de los estudios sobre juventudes actuales. Pocos autores apuestan por la autogestión, el cooperativismo y distintas formas de trabajo alternativo para encauzar los efectos de tal problemática estructural; no obstante, sin inferir generalidades en cuanto a su alcance, entendemos que este tipo de experiencias permite estimular la reflexión.
Inscripto en los debates acerca de las transformaciones, las crisis del empleo y las formas alternativas de trabajo, el objeto del texto ha sido presentar los avances de una investigación: «Economía social como forma alternativa de trabajo: dilemas, límites y potencialidades en el contexto de la globalización» (2015-2017), cuyo objetivo es analizar una experiencia cooperativa en la Argentina actual. En este artículo en particular, interesó indagar más de cerca la participación de la población joven en dicha propuesta, así como el carácter de esta en relación con la inclusión laboral de las juventudes.
Se trabajó a partir de un estudio de caso: la Cooperativa de Trabajo Mundo de zapatillas xx1 ubicada en Santa Fe, consagrada a la producción de calzado, hoy conformada por 40 socios, con una gran proporción de jóvenes trabajadores/socios, y que, desde sus inicios, ofrece diversos tipos de capacitación en oficios abiertos al público. Para el análisis, optamos por una estrategia metodológica cualitativa con alcance exploratorio-descriptivo. Los datos fueron recolectados a través de distintos instrumentos: entrevistas semiestructuradas y encuestas2 a socios de la cooperativa. Se realizaron cinco entrevistas a socios fundadores y se aplicó una encuesta al conjunto de los trabajadores3. Ambas estrategias se complementarán con el análisis documental de informes institucionales de la cooperativa, más aquellos de los programas gubernamentales que se articulen con la misma.
Tomando en cuenta el carácter de esta experiencia, las preguntas que nos orientan se enfocan, entre otras, en lo siguiente: ¿cómo ha sido la génesis de la cooperativa y cuáles han sido los rasgos claves de su conformación?; ¿cuáles son las particularidades de la propuesta productiva, la dinámica organizativa y las formas de trabajo?; ¿qué características asumen los trabajos surgidos recientemente, enmarcados en el sector de la economía social, en esta experiencia?; ¿ofrece una alternativa de trabajo joven?
En cuanto a la organización del artículo: los primeros apartados estarán destinados a presentar el contexto, las pautas centrales de la economía social solidaria y las cooperativas en Argentina. Luego avanzaremos en mapear la situación y problemáticas de los jóvenes frente al mercado de empleo, así como visiones sobre las políticas públicas destinadas a atender la inclusión laboral. A partir de allí, nos enfocaremos en el análisis del estudio de caso dando cuenta de su estructura general y profundizando en el abordaje de las entrevistas relevadas. Con base en lo expuesto, propondremos breves reflexiones finales guiadas por las particularidades del caso analizado4.
La noción de economía social tiene más de un siglo y entre sus características centrales destacan las siguientes: (a) la supremacía de la vida y del trabajo por sobre el capital promoviendo el reparto de los excedentes entre los miembros junto con la reinversión productiva y comunitaria; (b) una lógica distinta a la de la maximización del beneficio privado, basada en la satisfacción de necesidades antes que en la acumulación; (c) una toma de decisiones basada en métodos democráticos y participativos; (d) una composición poblacional integrada por una serie de actores y organizaciones de naturaleza asociativa, y no individuos aislados, etc.5 (Coraggio, 2011, p. 81).
De manera más reciente, la expresión «economía social y solidaria» (ESS) ha cobrado terreno y es propia del resurgimiento y transformación de esas viejas ideas en el marco del creciente desempleo de las últimas décadas. En Argentina, la ESS se vinculó estrechamente con el impacto que tuvieron, en el mercado de trabajo y en las condiciones de vida, los cambios producidos por la globalización. Allí, como en gran parte de América Latina, la globalización apareció de la mano de los modelos económicos neoliberales que comenzaron a implementarse durante la década de 1970 y se afianzaron en la de 1990.
Desde la década de 1990, en Argentina, junto con las llamadas «reformas estructurales» tuvieron lugar medidas como la apertura comercial-financiera, la desregulación de los mercados, las privatizaciones de empresas públicas, en concomitancia con la creciente centralización del capital y concentración de la producción, así como el redirigimiento de la inversión hacia la especulación financiera y el sector terciario. De manera progresiva, estos movimientos, entre otros, se tradujeron en el cierre de numerosas pequeñas y medianas empresas, al tiempo que las grandes reorganizaron los procesos productivos y se deshicieron de parte importante de sus trabajadores. Todo ello reconfiguró el mercado de trabajo y generó el aumento de la tasa de desempleo, la tasa de subempleo, la informalidad y diversas formas independientes de empleo (Azpiazu, Basualdo, & Schorr, 2001).
A principios de la década de 2000, el país atravesó una profunda recesión económica que perjudicó significativamente las condiciones de vida de la población: para el año 2002 la pobreza era del 55% y la indigencia, del 25%. Es en ese contexto crítico que presenciamos un mayor impulso de nuevas experiencias enmarcadas en lo que denominamos la economía social y solidaria, llevadas adelante por distintos actores: movimientos sociales, organizaciones de base y grupos familiares que buscaron estrategias de supervivencia; el resurgimiento de cooperativas/mutuales; y la aparición de nuevas empresas recuperadas por sus trabajadores, entre otras. En este marco, Verbeke sostiene que «La especificidad de la empresa autogestionada característica de las cooperativas de trabajo, ha despertado un particular interés en Argentina desde la década del 90 y especialmente a partir de la crisis de 2001 debido a su carácter alternativo al modelo de producción jerarquizado de la empresa tradicional» (Verbeke, 2008, p. 1).
La economía social y solidaria ha adquirido un espacio en la agenda pública, reflejado en diversas políticas implementadas. Más precisamente, a inicios de 2000, se evidencia cierta reconfiguración de las políticas sociales de atención a la población en situación de pobreza, uno de cuyos rasgos característicos es el apoyo al desarrollo de proyectos productivos, que apuntan a un modelo de inclusión fundado en el trabajo y ligado a la economía social (Castelao Caruana, 2016)6. Es decir que dichas prácticas vienen siendo incentivadas y acompañadas por políticas públicas llevadas adelante por diversos organismos estatales tanto de jurisdicción nacional como local. Las políticas incluyen financiamiento por medio de subsidios, o de microcréditos para adquirir materia prima – insumos – maquinaria; también existen aquellas que se orientan a promover la comercialización o los encadenamientos productivos entre emprendimientos; las enfocadas en procesos de capacitación y fortalecimiento de procesos organizativos; etc.
Parte de las experiencias que crecieron en las últimas décadas fueron cooperativas. Son organizaciones que implican una forma alternativa al empleo asalariado en tanto que se trata de asociaciones autónomas de personas que se han unido voluntariamente para satisfacer sus necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales comunes, por medio de una empresa de propiedad conjunta y gestionada democráticamente (Alianza Cooperativa Internacional, 1995, mencionado por Fardelli & Voutto, 2014).
Tanto las cooperativas como las asociaciones civiles pueden considerarse organizaciones de la ESS que presentan un doble carácter: democrático, por su modo de gobernanza; y económico, por su actividad. En Argentina existen diversos tipos de cooperativas: de servicios, de trabajo, de vivienda, entre otras. Según datos de Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (Inaes), actualmente existen en el país 12.760 cooperativas, concentradas mayoritariamente en Buenos Aires, CABA (Ciudad Autónoma de Buenos Aires), Córdoba, Santa Fe y Tucumán, y son en su mayoría cooperativas de trabajo (CT)7.
En rigor, en Argentina la presencia del cooperativismo no es novedosa, pues lleva siglos en desarrollo y su evolución alcanzó ribetes diferentes en distintos períodos históricos (Montes & Ressel, 2003). Por ejemplo, desde finales del siglo anterior, el ritmo de creación de cooperativas de trabajo mostró una evolución lenta, en especial en la década de 1990, y «a partir de 2000 alcanzó un crecimiento como no había tenido lugar hasta entonces» (Vuotto, 2011, p. 17).
Siguiendo a Vuotto (2011), existen dos escenarios en lo que se refiere al crecimiento reciente de esta forma organizativa. Por un lado, a finales del modelo de convertibilidad, cuando se destacan las experiencias de recuperación de empresas, que revistieron distinto grado de conflictividad y cuya resolución fue diversa. Por otro lado, desde 2003, cuando empiezan a implementarse políticas públicas de promoción del cooperativismo como una herramienta para favorecer la creación de empleo. A partir de esa última instancia, la autora sostiene que «la configuración del sector comenzó a modificarse sensiblemente, cuando se constituyeron en la provincia de Buenos Aires las primeras Cooperativas de trabajo promovidas desde el gobierno nacional a través del Programa Federal de Emergencia Habitacional (2003), que luego se extendió a otras provincias» (Vuotto, 2011, p. 19). La posterior implementación de distintos programas ha cambiado la fisonomía del sector de la economía social en ciertos aspectos dado que se evidencia una contundente concentración territorial de cooperativas en Buenos Aires, que se corresponden con actividades propias de vivienda, infraestructura social y sanitaria, así como mantenimiento de espacios públicos. «En este nuevo universo coexisten 7.315 cooperativas de origen reciente con 984 entidades tradicionales de las cuales 584 fueron creadas antes del año 2000 y continúan activas» (Voutto, 2011, p. 19). No obstante, más allá de estos datos no se cuenta con cifras oficiales acerca de la población de jóvenes integrados en la economía social. Existe escasa información respecto a la población del sector, así como de distintas variables de interés estadístico para comprender el perfil y la fisonomía del sector.
La temática que aquí abordamos se ubica en la intersección de varios campos de investigación: las transformaciones del proceso social de trabajo; la crisis del mercado del empleo y los modelos alternativos de producción; y la precariedad-informalidad como dos aspectos claves de las problemáticas de inclusión laboral de los jóvenes actuales.
Con la caída de la sociedad salarial y la proliferación de diversas modalidades de trabajo –inestable, precario, de corta duración, etc.–, se genera un contexto de incertidumbre, en particular para los jóvenes, en el que el trabajo trastabilla como el gran estructurador del tiempo vital. La finalización de la escuela no es garantía de acceso ni de permanencia dentro del mercado laboral; las biografías tienden a ser menos lineales, más complejas, y los procesos de transición a la adultez, más desestructurados (Casal, 1996; Pérez Islas, 2008).
Debido a las modificaciones del mercado de trabajo, los jóvenes acceden en mayor proporción que los adultos a trabajos de menor calidad, sin protección. El empleo en los jovenes se ha informalizado, tercerizado y precarizado (Tockman, 1997; Diez de Medina, 2001). Además, la alta rotación se convierte en uno de los problemas principales de la inserción laboral del sector (Weller, 2008; Maurizio, 2011).
Por supuesto, existen situaciones bastante heterogéneas en el interior de este grupo etario: los jóvenes menos educados y aquellos provenientes de sectores de más bajos ingresos son quienes generalmente tienden a encontrar mayores dificultades en su inserción laboral (Miranda & Otero, 2005).
De acuerdo con el último censo, el Censo Nacional de Población, Hogares y Vivienda de 2010 (Indec), en Argentina viven 9.082.984 jóvenes de entre 15 y 29 años8, que representan algo menos de un tercio de la población total de 40.091.359 personas9. Un mapeo permite advertir que su condición presenta realidades complejas; por ejemplo, la cantidad de hogares con necesidades básicas insatisfechas (NBI) donde habitan jóvenes es del 13,7% frente al 9,1% del resto de la población (2010). Y si bien la cantidad de jóvenes pobres se redujo de manera significativa (un poco más del 20%) respecto a la cantidad existente en el año 2001, aún sigue siendo elevada.
En cuanto a los indicadores laborales, durante la década pasada hubo una significativa disminución de la cantidad de jóvenes desocupados, pero continúa la situación de desventaja frente al resto de la población. Siguiendo a Fridman (2015), en el año 2013 la desocupación juvenil rondaba el 8% (tabla 1), tasa que, si bien implica una clara mejora respecto a la década anterior10, se encuentra aproximadamente 2 puntos por encima de la de la población total (6,4%). Como muchos señalan, los jóvenes suelen ser los primeros en ser despedidos en contextos de crisis, y en los períodos de auge son los últimos en beneficiarse en la salida del desempleo.
Tabla 1
Situación laboral de los jóvenes, población de 18 a 29 años. Años 2003 y 2013 (%)
Ocupados |
Desocupados |
Asalariados no registrados |
Asalariados no permanentes |
|
2003 |
53 |
16 |
61 |
30 |
2013 |
57,57 |
8,8 |
46 |
18 |
Fuente: Fridman (2015, p. 42).
A la cuestión del desempleo se suma, como hemos indicado anteriormente, el problema de la calidad del empleo juvenil (Tockman, 1997). En efecto, en Argentina la calidad del trabajo aparece como uno de los problemas persistentes: para el año 2013, casi la mitad de los jóvenes asalariados son no registrados. Si bien la cifra ha disminuido de manera notable respecto de años precedentes (tabla 1), aún es preocupante.
Otro elemento que se debe tener en cuenta respecto a las mayores dificultades de los jóvenes en el mercado de trabajo es la alta rotación en sus trayectorias laborales. Si bien esta situación puede deberse a aspectos tanto macrosociales como subjetivos, que suponen el abandono voluntario del puesto (Jacinto & Chitarroni, 2009; Fridman & Otero, 2015), es un dato insoslayable que casi un 20% de los asalariados jóvenes realiza una actividad con un contrato de carácter temporal, lo cual implica más del doble que en el caso de los adultos asalariados. Precisamente, el tiempo de búsqueda de los cesantes jóvenes no difiere de el de los adultos, sino que lo que existe es una mayor entrada al desempleo por parte de los jóvenes; es decir que el principal problema es que duran menos tiempo en cada puesto de trabajo. (OIT, 2008).
Varios autores vinculan la inestabilidad en los puestos con los sectores en los que por lo general se insertan los jóvenes, los cuales presentan mayor movilidad, sobre todo los de servicios y comercio minorista (Busso & Pérez, 2015).
Existe una notable heterogeneidad dentro del conjunto de los jóvenes, en la medida en que aquellos con menor nivel de educación formal tienden a acceder a empleos en sectores de más baja productividad y con más bajos ingresos. Además, cuando los jóvenes son los jefes de hogar, se insertan en trabajos de peor calidad por la premura en conseguir uno, mientras que el resto puede esperar a conseguir un buen empleo.
La alta rotación laboral va disminuyendo con los años, lo que podría indicar que las tendencias se modifican al acumular experiencia y conocimientos para acceder a puestos con mejores condiciones (Weller, 2008). En su investigación sobre el mercado laboral en el período 2003-2013, Fridman (2015) encuentra que casi el 20% de los asalariados jóvenes tienen trabajo con una duración determinada frente a una tasa menor del 10% entre los asalariados adultos. Sin embargo, para algunos de los jóvenes con menor nivel educativo y más bajos recursos, la rotación entre puestos precarios e inestables puede convertirse en una constante a lo largo del tiempo (Fridman & Otero, 2015).
Tabla 2
Trabajos con duración determinada, asalariados de 18 a 30 años y asalariados adultos, 2013 (%)
Ocupados de 18 a 30 años |
Ocupados mayores de 30 años |
|
Sí* |
18 |
7 |
No** |
82 |
93 |
Notas:
* Incluye changa, trabajo transitorio, por tarea u obra, suplencia, etc.
** Incluye trabajo permanente, fijo, estable, de planta.
Elaboración propia.
Por lo tanto, la calidad del trabajo y, en menor medida, la desocupación siguieron siendo un problema para la población juvenil, aun en un contexto de crecimiento económico, como sucedió en Argentina entre los años 2004 y 2013.
En el apartado anterior hemos expuesto cuestiones estructurales de la situación laboral del sector poblacional de jóvenes argentinos; en este, el interés es retomar respuestas planteadas para actuar en el marco de las propuestas de política pública.
En el grueso de las posturas, así como en las acciones concretas impulsadas, se ha insistido en fortalecer la terminalidad educativa y la capacitación con el objetivo de mejorar las condiciones de empleabilidad de los jóvenes. Tanto históricamente como en la actualidad, muchos planes y programas vinculados a la mejora de la inclusión laboral del joven se centran en las actividades educativas y de formación. Otras propuestas se basan en las oportunidades de inserción en una experiencia concreta; por ejemplo, el caso de las pasantías laborales. Y en menor medida se contemplan alternativas en ambas dimensiones. Estas son perspectivas tradicionales desde las cuales se han articulado las respuestas a los jóvenes como destinatarios de las políticas sociales orientadas a la promoción de la inclusión laboral y social.
Algunas líneas estratégicas de acción se vinculan con: (a) el desarrollo de asistencia y acompañamiento en lo que respecta a lo laboral, tanto espacios de capacitación como entrenamiento en empresas del sector privado o emprendimientos asociativos; (b) el refuerzo y la expansión de redes de microcréditos para el sector; (c) la creación de empleos no vinculados a la actividad productiva, trabajos conocidos como de «proximidad», que comprenden actividades deportivas, culturales, comunitarias, recreativas, entre otras (Lo Vuolo, 2002; Arroyo, 2014); (d) el refuerzo y/o conformación de escuelas destinadas a la capacitación o profesionalizantes, con propuestas flexibles de corta duración y vinculadas a las economías, que incentiven el desarrollo de producciones locales.
Autores locales plantean que pensar en intervenciones dirigidas a contribuir con la inclusión laboral juvenil significa atender conjuntamente tensiones en dos planos: el de la oferta (ausencia de oferta idónea con experiencia, competente y calificada para ocupar los puestos requeridos en el mercado laboral) y el de la demanda, es decir, subocupación, sobreocupación y altos niveles de desocupación para los puestos que ocupan. Las principales problemáticas del trabajo joven, como el desempleo, la informalidad y la precariedad, se producen en estas intersecciones; por ende, es necesario tomar en cuenta ambas cuestiones para promover políticas sociales (Arroyo, 2014).
El mismo autor sostiene la necesidad de, por un lado, impulsar políticas que promuevan la generación de puestos de trabajo y estimulen la creación de nuevas estructuras productivas como emprendimientos; y, por otro lado, implementar acciones claras de protección a las condiciones de trabajo precarias, ilegales y/o distintas formas de explotación laboral. Y, en relación con las estrategias específicamente vinculadas al desarrollo de actividades asociativas, políticas que busquen establecer sinergias positivas articulando un intercambio generacional con el protagonismo de los jóvenes. Al decir de Arroyo, «estrategias trans-generacionales» que, además de potenciar el sistema productivo, eviten la segmentación de espacios exclusivos para jóvenes o adultos como distintos estratos de la sociedad sin contacto entre sí (Arroyo, 2014, p. 67).
En la intersección de políticas y ESS, también es sustantivo sostener la generación de hábitos y el fomento de una cultura laboral que propicie valores compartidos, como la solidaridad entre socios/trabajadores; fortalezca la democracia como aspecto vital del espacio laboral; afiance la búsqueda por lograr consensos laborales en las tomas de decisiones respecto al trabajo y la producción, etc.
Por otra parte, este tipo de iniciativas debería contemplar la necesidad de eliminar barreras legales y restricciones crediticias que hoy impiden la expansión de experiencias asociativas, y acompañar con apoyos técnicos, jurídicos e instrumentales que viabilicen su continuidad.
Cabe destacar que diversos autores analizan casos de emprendimientos juveniles en América Latina (Jaramillo & Parodi, 2003; Jaramillo, 2004; y, en Argentina, Camiletti & Flores, 2015; Oficialdegui, 2016; Otero, 2010, 2015; entre muchos otros). Sin embargo, pensamos que la economía social y solidaria ha sido escasamente considerada como una opción sólida para responder a los problemas laborales de los jóvenes, posiblemente porque tanto desde la academia como desde los hacedores de política sigue imperando la matriz clásica de pensamiento respecto al mercado de trabajo. Es decir, se sigue apuntando a lograr la inserción laboral juvenil en el mercado de trabajo como asalariados formales, como forma de tener un empleo seguro y estable, aun cuando los datos demuestran que son muy pocos los jóvenes que logran acceder a un trabajo en relación de dependencia y que, cuando lo hacen, es poco probable que sea duradero o calificado o que no presente características de precariedad.
Además, algunos expertos, como Jaramillo, sostienen que la dificultad de la implementación a gran escala de programas de intervención que promuevan experiencias de este tipo destinados a la juventud surge por el hecho de que «no todos los jóvenes quieran o estén predispuestos a ser emprendedores», lo cual obstaculiza que sea una solución al desempleo. Con base en las aportaciones de investigaciones en campo, el mismo autor también argumenta la necesidad de brindar asistencia técnica y capacitación a pequeños grupos y personalizadas para lograr efectividad en el acompañamiento de estas experiencias, otro motivo por el cual se dificulta su implementación a mayor escala. También considera que, debido entre otras cosas a la inexperiencia de los jóvenes, la inversión no solo es riesgosa sino que además requieren un capital inicial importante, mientras que pocos pueden lograr continuidad en el mercado (Jaramillo, 2004, p. 55).
Desde nuestra perspectiva, no se trata de proponer la ESS como única forma de atender la inclusión laboral ni tampoco de ocultar las dificultades que enfrentan las experiencias de este tipo, sino más bien contemplarlas como parte de las alternativas existentes. En este sentido, las cooperativas (caso bajo análisis) no son pensadas aquí como la clave para combatir el desempleo o la precariedad, fenómenos estructurales del mercado laboral en la medida en que dichas experiencias se desarrollan dentro de un marco de capitalismo globalizado y se vinculan con actores que se mueven bajo la lógica de la competencia de mercado, lo cual muchas veces condiciona la sostenibilidad de esas experiencias en el tiempo. Pero creemos que son experiencias que pueden generar espacios para la participación de jóvenes que recién inician su vida laboral y, en un sentido analítico, aportar material para indagar en la vinculación entre jóvenes y trabajo.
Resta decir que, como mencionáramos en anteriores apartados, en Argentina el Estado desplegó una gran cantidad de políticas públicas dirigidas a promover la economía social y solidaria; sin embargo, escasamente se identifican acciones específicas destinadas a la inclusión de los jóvenes dentro de estas experiencias (excepto el programa Incluir del Ministerio de Desarrollo Social, que funcionó de 2004 a 2006).
Una vez planteado, a grandes trazos, el panorama joven, en los próximos apartados expondremos de cerca el análisis del caso.
En este apartado describiremos la experiencia desde distintas dimensiones de análisis: génesis, producción y comercialización, organización interna y composición.
Recordemos que, como hemos dado cuenta, la cooperativa se diferencia de la empresa tradicional capitalista por tratarse de una asociación voluntaria de personas que comparten la propiedad de la unidad productiva y la gestionan democráticamente, mediante tomas de decisiones que se realizan de manera participativa. Además, en la cooperativa priman principios distintos a los de la economía capitalista, como la supremacía de la vida y del trabajo por sobre el capital, y la satisfacción de necesidades antes que la acumulación.
La Cooperativa de Trabajo Mundo de zapatillas xx Ltda. es una unidad productiva dedicada a la fabricación de calzado, especialmente zapatillas. Está ubicada en una localidad de la provincia de Santa Fe, que es un polo industrial de dicho rubro. El surgimiento de la cooperativa es producto de un trabajo persistente de vecinos de la zona en articulación con el municipio y distintos organismos de nivel nacional. Aunque la cooperativa fue creada a mediados de la década de 2000, reconoce vastos antecedentes en tareas de capacitación11. En rigor, su conformación fue consecuencia de un proyecto de formación en oficios que se inició en el año 2003, llevado adelante por un conjunto de habitantes de la localidad. Estos se reunieron con el objetivo de pensar estrategias de capacitación en la zona teniendo en cuenta el contexto de desocupación en el que se encontraban muchos vecinos, en especial jóvenes. Respecto al momento fundacional del proyecto, nos dijeron: «El proyecto no nace como una cooperativa sino como un centro de formación en capacitación de oficios, viendo una falencia social que existía en la zona nuestra y creo que en la mayor parte del país, es que no había carreras de oficio y sí había muchas maestras jardineras, administración de empresas. Realmente yo creo que había más maestras jardineras que chicos en edad de ir al jardín de infantes. Y bueno, no lo empezamos por el lado del calzado, lo empezamos, lo empezamos por un lado más general, había curso de calzado, de seguridad, entre otras cosas, buscando siempre en qué hacía falta en la sociedad. Entonces, capacitábamos gente que pudiera tener una salida laboral; después, el calzado, que era muy grande ahí, se fue comiendo todo, y quedó como una escuela prácticamente solo de calzado. Tenía una particularidad el calzado, porque acá es como la capital provincial del calzado [...] y tenía una particularidad, estaba creciendo mucho y a la vez la gente que estaba era muy vieja. Entonces, no solo iban a necesitar gente nueva, sino que se iban a jubilar los viejos [...]» (Ev. n.º 1, socio fundador).
De modo que iniciaron dando cursos de distintos oficios, pero finalmente se enfocaron en el rubro del calzado por ser el oficio más demandado en la zona. Los cursos se dictaban en un espacio dentro de una escuela cedida por el municipio, en un principio con financiamiento de este, y, luego de unos años, con apoyo del Ministerio de Trabajo de la nación. En el año 2006, dos de los organizadores del espacio de formación iniciaron una cooperativa, junto con cinco personas que habían asistido a la capacitación y estaban desocupadas. Inicialmente, utilizaron el espacio de la escuela donde se realizaban las capacitaciones, y en el año 2007 consiguieron instalarse en un lugar propio y, ya siendo 14 trabajadores, decidieron formalizar la cooperativa.
«De noviembre a agosto trabajamos en la escuela, éramos 14 [...] en noviembre ya era un despelote porque la escuela ya estaba organizada; imagínate: a la tarde los cursos, a la mañana trabajar [...]. Y, bueno, en agosto de 2007 conseguimos, por medio del Manos a la Obra, alquilamos un galpón y, con el subsidio, compramos las maquinas propias y ya nos mudamos a un galpón que paso a ser alquilado, pero nuestro, hasta 2011 que nos mudamos a uno más grande» (Ev. n.º 1, socio fundador). De las palabras del socio se desprende la importancia del apoyo estatal para poder contar con un espacio físico, tanto en los inicios como cuando tuvieron que responder al crecimiento de la organización.
A través del programa Manos a la Obra del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, adquirieron máquinas para el proceso de producción, para el cortado, cosido, armado y pegado de los materiales. Para el año 2011, la cooperativa seguía creciendo y el número de socios seguía en aumento, por lo que se mudaron a un galpón más amplio. De allí siguieron creciendo en número hasta llegar a ser unas 60 personas, cifra que luego se redujo y llegó a 40 en 2016.
En cuanto a las capacitaciones de oficios, estas se siguieron dictando en paralelo en el espacio de funcionamiento de la unidad productiva. Para el año 2009, junto con el Ministerio de Trabajo conformaron oficialmente un instituto de formación, el Centro de Formación para la Industria del Calzado «Eva Perón», cuya misión es capacitar nuevos aspirantes en el oficio específico, analizando su posterior incorporación a la cooperativa. El Centro dicta cursos teórico-prácticos y nuclea a aproximadamente 100 estudiantes en las carreras de Aparador de Calzado, Cortador y Armador. Están destinados a personas con estudios primarios completos o secundarios, o al menos con conocimientos de lectoescritura y matemática12.
Si bien la cooperativa logró posicionarse y en cierta medida autonomizarse del vínculo con los distintos organismos estatales, como toda unidad productiva su viabilidad está condicionada por el contexto socioeconómico, sobre todo en un rubro expuesto a la competencia por importación. En este sentido, en años recientes han generado menores ingresos debido a la caída de las ventas, y en el momento de las entrevistas la producción había bajado a (aproximadamente) 800 pares por mes.
Un elemento a favor es que, a diferencia de muchas cooperativas fortalecidas durante la década pasada, esta unidad productiva nunca fue proveedora del Estado, lo que le evitó tener una dependencia de los programas estatales para colocar sus productos en el mercado. Respecto a ello, el presidente de la cooperativa expresa que «No queremos [venderle al Estado] porque es una dependencia un poco dura y porque de un día para el otro te podés quedar sin nada. Los clientes tienen que ser muchos. Si tuviéramos muchos y uno es el Estado, bienvenido» (Ev. n.º 1, socio fundador). Además, siguiendo sus relatos, el objetivo de la cooperativa es dejar de trabajar para terceros y tener un producto propio que sea masivo.
No obstante, un aspecto que perjudica a la cooperativa es que los cursos de capacitación están actualmente suspendidos por falta de financiamiento estatal. Como señalaremos más adelante, dichos cursos permiten contar con reemplazos capacitados cuando algún socio decide dejar la cooperativa: «[...] no, no hay financiamiento. Y sí hay, sí, vuelven [los cursos], porque de eso dependemos nosotros, también, porque nosotros lo que hacemos es: vamos sacando cursos y le damos a la gente la oportunidad para que se integre. Como que hagan una capacitación más interna, trabajando acá adentro, y después ellos eligen su destino acá o a las distintas fábricas que hay a los alrededores» (Ev. n.º 1, socio fundador).
En síntesis, la cooperativa ha logrado alcanzar niveles de rentabilidad que le permiten ser autónoma de los subsidios estatales, pero posiblemente, en el mediano plazo, la ausencia de financiamiento en el caso de las capacitaciones pueda ser un obstáculo para su expansión.
La cooperativa produce aproximadamente 800 pares de calzado por día con la marca de otra empresa, es decir que se trata de trabajo a façon (manufactura de un producto por pedido de un tercero), distribuido en siete modelos. Por otro lado, producen unos 100 pares con su marca propia, con tres modelos diferentes, y se proyecta desarrollar nuevos productos como mochilas, billeteras, remeras (camisetas), gorras, llaveros, etc. Es, a todas luces, un proyecto en expansión: además de producir calzado de seguridad industrial propio, trabaja como proveedor para grandes empresas del rubro y sigue incorporando más a su cartera de clientes.
En paralelo, han registrado una marca propia para sus productos a través de la participación en un programa del Ministerio de Desarrollo Social13, la cual lleva el nombre de Vichino. Hoy se encuentran capacitados para llevar a cabo todo el proceso de fabricación del calzado: prearmado, cortado, preparado, cambrado y costura. El objetivo final es ingresar al mercado de comercialización que lideran las firmas más consolidadas y dejar de vender a otras empresas (Colsecor Noticias, s. f.). La producción se comercializa mediante vendedores propios en Arroyo Seco, Villa Constitución, San Nicolás, Rosario, Misiones, Corrientes, Chaco, Entre Ríos, Mar del Plata y Buenos Aires. A través de distribuidores, llegan a toda la Patagonia. Y a través de Facebook realizan ventas por la web.
En lo que respecta a su organización interna, establecieron un modo propio de inclusión de trabajadores y nuevos socios. Han diseñado un sistema para la definición del ingreso, asignando un valor a la hora laboral a partir de cuatro categorías. Este sistema de categorías permite considerar la complejidad de la tarea realizada en el momento de establecer los ingresos14; en general, ello depende de la complejidad de maquinaria que maneje cada trabajador en el proceso productivo.
Todos cumplen el mismo horario de trabajo: un turno que es de 6 de la mañana a 3 de la tarde. Las tareas que realizan los socios van rotando; de hecho, según nos cuentan, todos hacen todo. Esta es una estrategia para que todos los puestos puedan ser cubiertos independientemente de si un trabajador tiene que faltar, de manera que no se modifique la cantidad producida en la jornada. Es por ello que todos los socios, por lo general (y es lo que se pretende, a la luz de los discursos de los entrevistados), saben manejar todas las máquinas. A los que llevan 6 meses como maquinistas, se los va acercando al trabajo de mesa; y a los que son de la mesa, se les da una tarea sencilla con máquina. Así, de manera progresiva, se trata de que aprendan y puedan desarrollar diferentes tareas.
Quienes se incorporan están tres meses a prueba, tiempo en el que se evalúa la capacidad y habilidad del trabajador para la tarea y también se considera la integración al grupo. Son incorporados como socios a través de un acta del Consejo de Administración de la cooperativa. Luego de su incorporación, el nuevo asociado puede ir mejorando su categoría de acuerdo con sus habilidades y compromiso con el proyecto grupal.
Cada seis meses se evalúa el excedente y se separa un monto para mejoras, compra de materiales y maquinarias; el resto se divide entre los asociados. Es decir que la distribución del excedente –independientemente del ingreso mensual– es semestral. Cada uno percibe utilidades que se establecen de acuerdo con categoría, antigüedad y compromiso, y que se comunican en asamblea.
El ingreso de los socios está atado a lo que se genere en la cooperativa, por lo que en algunos momentos es superior a la canasta básica y en otros es un monto bajo.
Cabe señalar que la formalización de su actividad se realiza mediante la inscripción de cada uno de sus integrantes como trabajadores autónomos monotributistas15. Aunque en la dinámica institucional la misma cooperativa asuma la tarea conjunta de presentaciones, sigue siendo una inscripción individual. Si bien los socios son monotributistas, como cooperativa hicieron un convenio con una obra social reconocida para garantizar una buena atención de la salud para todos: «Nosotros tenemos que trabajar a mucho ritmo para poder tener un reparto más o menos acorde para poder vivir un poco bien y para tener una mutual. Nosotros hoy tenemos Swiss Medical para todos los chicos. Calcula que cualquiera que tenga un problema, tiene internación gratis con pieza para el acompañante, con comida, no paga nada, y eso lo conseguimos peleando nosotros con la obra social y con un precio especial, y esas cosas que se fueron consiguiendo hasta que tenés seguro [...]» (Ev. n.º 2, socio fundador).
En cuanto a las prácticas de toma de decisión colectiva, siguiendo los relatos, se respeta el espacio de la asamblea en la medida de lo posible, dados los vaivenes de la cotidianeidad. Por ejemplo, celebran una asamblea por mes, aunque deberían hacerlo cada 15 días según el estatuto. Además, su funcionamiento es complejo, según nos cuentan: tanto las exigencias cotidianas del ritmo de producción como las fluctuaciones en los pedidos se suman a otras condiciones como «por trabajar con gente joven que no se animan a venir mucho, como que se reprimen, tienen miedo» (Ev. n.º 3, socio fundador).
En este sentido, siguiendo los relatos recogidos en las entrevistas, se busca fomentar la participación y dar una voz a los jóvenes más allá de los espacios formales: «pero aparte de las asambleas de una vez por mes ponele, él [el presidente] está, cada semana viene y pregunta ¿y cómo vamos?» (Ev. n.º 3, socio fundador).
Por lo tanto, a pesar de la imposibilidad de cumplir de manera estricta con los encuentros formales, existe un contacto fluido entre el presidente y los socios, con espacios informales de escucha.
Desde luego, el espacio no está exento de conflictos. Uno de ellos se refiere a la brecha generacional: «Y ponele porque una persona de 50 años, ponele [Maby] está trabajando en la mesa, tiene 52 años y está trabajando en la mesa con dos chicos de 18, y dice: vamos, vamos, vamos, para que lleguen a un ritmo, pero para poder llegar a los pares, y no se apuran [...] y que esto, que el otro [...] discusiones que [...] suceden en todos lados [...]» (Ev. n.° 3, socio fundador).
Finalmente, vale reconocer el trabajo que se hace para favorecer la inclusión de los jóvenes que provienen de espacios marginados en un espacio donde se promueven la organización democrática y la integración entre trabajadores en vez de la competencia. «El valor de lo cooperativo lo terminan aprendiendo adentro, porque nosotros capacitamos en general y la persona que quiere otra cosa que no sea una cooperativa tiene que llegar y trabajar. Lo que apuntamos mucho es a mirar y potenciar la aptitud que muchas veces [...] la aptitud para hacer algo [...] Alguien puede ser muy bueno y no tiene ganas, o no tiene actitud para el trabajo y siempre termina demorando y, siempre termina perjudicando grupalmente. Nosotros apuntamos siempre al grupo de trabajo, entonces, el que entra tiene que no pensar en él nada más, sino pensar en el otro. Cómo nos cuesta hacer entrar en conciencia, al que está adentro, que cuando entra uno tiene que ayudarlo y no perjudicarlo, no molestarlo, que es lo que pasa normalmente en las empresas. O sea, yo digo, a nadie le gustaría ir y que te traten mal, y si a vos te trataron mal, no hagas lo mismo» (Ev. n.° 1, socio fundador).
Es decir, se hace fuerte hincapié en la actitud de colaboración entre compañeros y la importancia de lo grupal, en detrimento de la mirada competitiva frente al otro que impregna la mayoría de las empresas, lo que fortalece los lazos sociales.
Es una unidad productiva que actualmente está compuesta por 40 socios16. Los jóvenes representan más del 90% del total de los cooperativistas de la Cooperativa Mundo de zapatillas xx. La distribución entre los sexos es bastante homogénea, aunque es un poco mayor el porcentaje de mujeres. En gran parte, ingresaron a la cooperativa a partir de su participación en alguno de los cursos de formación profesional dictados en la misma sede donde funciona la unidad productiva. La mayoría de los jóvenes no completaron sus estudios secundarios, y hay quienes terminaron la escuela, pero que, en palabras de una socia fundadora, no tienen dinero para movilizarse a buscar trabajo lejos de las casas o para seguir una carrera terciaria o universitaria. Entre las socias, el grueso son madres solteras sostén de hogar. Hay muchos jóvenes para quienes esta es su primera experiencia laboral, y en el caso de los que han trabajado, su experiencia no fue en el rubro del calzado: normalmente se trató de changas en albañilería y construcción. A pesar de tratarse de jóvenes casi sin experiencia laboral, en general el abandono de la cooperativa no es por falta de hábitos o de responsabilidad, sino para irse a trabajar a una fábrica de la zona.
En cuanto a los fundadores, uno de ellos tenía larga trayectoria en el oficio del calzado por lo que sus conocimientos técnicos y respecto al mercado fueron de gran utilidad. Por su parte, el presidente tenía una trayectoria laboral vinculada a la educación y además poseía conocimientos específicos en la gestión de proyectos: «trabajé mucho hace muchos años en buscar armar cursos en Naciones Unidas, en buscar armar cursos de capacitación con salida laboral y esas cosas, que es una cosa que a mí me gusta» (Ev. n.º 1, socio fundador).
Además de la breve descripción elaborada en el apartado anterior, del análisis emergen una serie de condiciones que han permitido a la cooperativa tener sostenibilidad en el tiempo y obtener cierta rentabilidad financiera desde un punto de vista netamente mercantil17.
En primer lugar, uno de los socios fundacionales tenía larga trayectoria dentro del rubro de calzado, como empleado gerencial en grandes empresas dedicadas a este producto, mientras que otro de ellos posee una amplia experiencia en gestión de proyectos para jóvenes con organismos nacionales e internacionales. Dichas presencias aportaron un background tanto para poner en marcha las actividades propias de la capacitación, como para el proceso productivo. Además, debido a sus trayectorias, contaban con una incipiente red de clientes y proveedores, la cual fue ampliándose luego de que se iniciaran las actividades de la cooperativa. En este sentido, se destacan las capacidades de dichos socios fundadores (que siguen siendo trabajadores activos) en términos de conocimientos sobre el proceso productivo, así como sus capacidades emprendedoras (Gaiger, en Vázquez, 2010) para la gestión interna y externa de la cooperativa, que favorecen las redes con otros actores locales.
En segundo lugar, la especificidad en el rubro del cuero y del calzado como una producción típica de la zona donde se ubica este espacio de trabajo, tiene una influencia positiva. Tanto porque desde los Gobiernos nacional y municipal es considerado un producto de importancia en el desarrollo local, como porque es una experiencia conocida entre los vecinos del lugar, lo cual contribuye tanto al acercamiento a las actividades de formación como a su posterior proyección en el desempeño como trabajadores. Este aspecto da cuenta de un contexto local auspicioso para el desarrollo de la actividad, aunque al mismo tiempo somete a la cooperativa a la competencia con las grandes fábricas de calzado de la zona.
En tercer lugar, se destaca la dimensión política o principio de redistribución para la sostenibilidad de los emprendimientos (Vázquez, 2010). Desde sus primeras actividades, el desarrollo de este espacio productivo contó (y aún cuenta) con un significativo apoyo estatal. Este apoyo se plasmó tanto en transferencias monetarias directas, como en distintos insumos: maquinarias, recursos de formación, asesoramientos, etc., que no dejaron de drenar hasta la fecha. Estos aportes fundamentales para el desarrollo de las actividades educativo-productivo-laborales fueron viabilizados a través de variados planes y programas estatales del Ministerio de Desarrollo Social, así como del Ministerio de Ciencia y Tecnología, el Ministerio de Trabajo, etc.
Entonces, esta experiencia resulta de un proceso de construcción con rasgos peculiares. Se monta sobre una oferta de capacitación que mantiene hasta la fecha, y posteriormente avanza en la conformación de un espacio alternativo de trabajo como respuesta ante la desocupación y la exclusión social.
Una serie de condiciones, como el territorio vinculado al rubro específico del calzado, el perfil de los socios fundadores con trayectorias laborales afines, así como el fuerte apoyo estatal al proyecto, han sido y son dimensiones notorias.
Por otra parte, sus principios rectores y organizativos y su fórmula jurídica se corresponden con una experiencia propia de la economía social, aun cuando el proceso de organización de la producción y de comercialización es igual al de cualquier empresa, y han logrado continuidad y relativo «éxito» ante un mercado claramente competitivo. En este sentido, podemos volver a las definiciones de Vuotto (2011, p. 3) respecto a que las cooperativas poseen un «doble carácter democrático y económico». Por ello, deben garantizar su viabilidad económica a partir de los ingresos que obtienen a través de las actividades comerciales. El rasgo distintivo es que además deben mantener la complementariedad de las actividades económicas con las finalidades sociales adecuadas.
Recapitulando, la experiencia conjugó una serie de influencias exteriores favorables (contexto general de crecimiento económico posterior a 1990; políticas públicas de promoción de la economía social y solidaria) con una serie de aspectos intrínsecos de la experiencia (el asiento territorial y la ligazón histórica con el rubro del calzado; la experticia y experiencia laboral previa de los socios fundadores; la instalación/institución de la oferta de capacitaciones en el oficio, etc.).
A casi una década de su creación, la cooperativa muestra una evolución de sus estructuras internas y una expansión que se reflejan tanto en la cantidad de socios trabajadores que fue incorporando de manera progresiva, como en el volumen incremental de producción y comercialización.
Por lo antedicho, la interacción entre influencias exteriores, condiciones propias de la propuesta y los avances de la dinámica interna, resultó en una combinación de factores favorables. A su vez, el contexto y el tiempo es lo que atribuye un sentido positivo al proceso de conformación de esta experiencia, y la continuidad y la sostenibilidad habilitan expectativas futuras de consolidación.
Claro que la consolidación de este proyecto colectivo no deja de estar sujeta a distintos obstáculos y contradicciones. Existen elementos que contribuyen con la sostenibilidad de la experiencia, como la capacidad de gestión y de articulación; el rubro de la cooperativa que promueve su inserción en la trama productiva local; y el apoyo de las políticas públicas. La contracara es que encuentran obstáculos para insertar sus productos en mercados dinámicos, con una desventaja frente a grandes empresas del rubro, lo cual influye en el excedente que se genera y, por tanto, en los ingresos de los socios y en las condiciones de trabajo, lo que a su vez repercute en la decisión de algunos jóvenes de abandonar la cooperativa. Además, las fluctuaciones coyunturales, las posibles reorientaciones en materia político-económico-institucional, pueden modificar el contexto de oportunidades para su desarrollo.
Desde las intervenciones estatales, poco se ha avanzado en ampliar el sistema de protección social existente; este es un eje central que atraviesa los debates de la ESS (Hintze, 2007). En paralelo, algunos autores sostienen que «En Argentina la ESS carece de algunas estructuras e instituciones, meso y macro, que permitirían definirla como un proyecto alternativo. Entre ellas se encuentran la ausencia de una base jurídica formal que determine el sistema de propiedad de los emprendimientos» (Castelao Caruana, 2016, p. 42).
Cómo mencionáramos, en su doble papel como socios y trabajadores, los jóvenes representan más del 90% del total de los cooperativistas de la Cooperativa Mundo de zapatillas xx. Parte de ellos cuentan con secundaria incompleta y la mayoría ingresaron a la cooperativa a partir de su participación en los cursos de formación profesional dictados en la misma sede donde funciona la unidad productiva. La fuerte presencia de jóvenes está vinculada al propósito que tuvo este proyecto desde sus inicios, en la medida en que la localidad es centro de la producción del calzado y quienes fundaron la experiencia advirtieron que, a medida que crecía la industria, los trabajadores del sector estaban envejeciendo por lo que «no solo iban a necesitar gente nueva, sino que se iban a jubilar los viejos» (Ev. n.° 1, socio fundador). Alentados por esta circunstancia, crearon el espacio de capacitación en uno de los oficios que podrían constituirse a futuro en una fuente de trabajo para los nuevos ingresantes al mercado laboral. En aquellos inicios, en el marco de la profunda crisis desatada en el país, las capacitaciones se pensaron como una apuesta-propuesta, un aliciente ante la economía en derrumbe.
La experiencia en análisis tiene una impronta eminentemente incluyente. Por un lado, articula un proceso de formación profesional en un oficio con la posibilidad de inserción laboral a través de la cooperativa. Por otro lado, el acceso a la capacitación y al trabajo en la cooperativa no es excluyente para quienes cuentan con menores niveles de instrucción. Estas características cobran mayor relevancia teniendo en cuenta que la cooperativa está compuesta en su mayoría por población joven, precisamente, como expusiéramos, uno de los grupos con mayores dificultades en el mercado de trabajo, con una gran brecha de oportunidades diferenciales en función de la formación educativa formal.
Más de la mitad de los jóvenes, en el momento de ingresar, no habían tenido ninguna experiencia laboral previa, por lo que es significativo el espacio de la cooperativa como primer trabajo. Justamente, uno de los aspectos más debatidos en lo que se refiere al mercado laboral juvenil tiene que ver con las problemáticas de la primera inserción, muchas veces condicionada por la presencia de redes familiares y sociales. Estudios señalan que el problema se intensifica cuando los jóvenes buscadores de empleo no han completado el nivel medio de instrucción, dado que solo logran obtener empleos de corta duración y de muy baja calidad (Weller, 2008).
La cooperativa también aparece como un espacio para que los jóvenes adquieran hábitos de responsabilidad asociados al mundo del trabajo. Distintas conductas propias de la cultura de trabajo predominante antaño han sido y son cuestiones ampliamente discutidas en la actualidad. Los cambios en la estructura laboral han traído consigo interrogantes subjetivos acerca de la relación entre jóvenes y trabajo en las nuevas generaciones de trabajadores. Con frecuencia, se señala la poca tolerancia al cumplimiento de horarios; la escasa adaptación a un ritmo laboral cotidiano, etc.; pues dichos hábitos aparecen como ajenos o, en muchos casos, opuestos a aquellos propios del estilo de los jóvenes, sobre todo de sectores populares. En este sentido, refiriéndose a quienes abandonan la experiencia para trabajar en una empresa, el presidente de la cooperativa expresó que los contratan porque son personas que trabajan ocho horas por día, «que es la educación que le dio la cooperativa» (Ev. n.° 1, socio fundador).
La visión expresada por este socio fundador no se aleja mucho de una mirada del trabajo como orden disciplinador, se enfoca en la conducta laboral adquirida como un aporte del trabajo en la cooperativa y deja traslucir los obstáculos encontrados. Enfatiza así el papel de entrenamiento laboral que permite la acumulación de una experiencia de cara al mundo del trabajo, antes que los valores que esta permite potenciar, como el trabajo colectivo y la solidaridad.
Otro de los elementos para el análisis es que el trabajo dentro de la cooperativa ofrece continuidad en el tiempo, es decir que es una inserción estable. La finalización de la relación laboral es por voluntad de los socios, quienes eligen dejarla cuando aparece una oportunidad que consideran mejor, por lo general en empresas de la zona dedicadas también al rubro del calzado. Esta característica de estabilidad presenta otra diferencia frente a la realidad de los jóvenes en el mercado de trabajo, donde normalmente lo que prima es la rotación y/o movilidad entre trabajos precarios de escasa duración temporal. Suele suceder que los jóvenes son los últimos en ser contratados en los momentos de auge y los primeros en ser despedidos en los momentos de crisis económica. No obstante, cuando la cooperativa se ve afectada por el contexto macroeconómico, las dificultades en este sentido pueden implicar que los ingresos de los trabajadores se vean modificados, aunque esto no conduce linealmente a la reducción de la cantidad de trabajadores.
En paralelo, el hecho de que algunos jóvenes abandonen el trabajo en la cooperativa para ir a una empresa abre la pregunta respecto de en qué medida estos consideran el trabajo alternativo autogestivo como un espacio donde realizarse profesionalmente, o si en realidad lo perciben como una actividad que realizan de manera provisoria hasta encontrar un trabajo asalariado en el mercado formal. Hay que considerar que la mayoría ingresan a la cooperativa sin tener conocimiento de lo que ello implica y se van familiarizando a través de la participación en la propia experiencia. En las entrevistas realizadas a quienes están a cargo de las capacitaciones, estos señalan que los valores cooperativos los terminan de aprender una vez dentro, porque la capacitación es en el oficio. De todos modos, señalan que a lo que se apunta es a potenciar la solidaridad: «a veces uno puede ser muy bueno, pero si no tiene aptitud para el trabajo, termina perjudicando grupalmente; nosotros apuntamos al grupo de trabajo. El que entra tiene que pensar en el otro» (Ev. n.° 2, socio fundador).
La formación brindada no se orienta de manera conceptual a lo que significa la cooperativa como un modo de organización de la producción; sin embargo, los valores en los que se pone énfasis reflejan una práctica que se orienta a la búsqueda de lo solidario en la construcción de un «nosotros» entre los socios. En este sentido, puede decirse que se está apuntando a un modelo de trabajador, a una cultura laboral que apuesta por la construcción del colectivo y que difiere de la competitividad que impera como principio rector en el modo hegemónico de funcionamiento del mercado de trabajo en el capitalismo globalizado.
A la luz del análisis, esta cooperativa es un espacio alternativo que genera fuentes de trabajo para jóvenes santafesinos. La participación en la cooperativa, entre otras cosas: (a) favorece la formación y la capacitación, (b) promueve un cierto margen de estabilidad y (c) viabiliza la posibilidad de inserción incluso como primera experiencia laboral. Asimismo, permite el contacto con una alternativa que se basa en prácticas colectivas que estimulan la pertenencia a un «nosotros», la construcción de un proyecto compartido entre socios/trabajadores, con base en valores ligados a la solidaridad, la democracia y la responsabilidad.
El contexto argentino de finales de la década de 1990 constituye una época de marcada crisis económica y social que alimenta una expansión de alternativas vinculadas a la economía social. En resonancia, y a posteriori de ese álgido período crítico, surge el caso en análisis: una experiencia de capacitación que logra convertirse en una cooperativa de trabajo consolidada, al conjugarse una serie de condiciones y características que sellan su perfil, como el rubro al que se dedican, la presencia de socios fundadores y el fuerte apoyo estatal.
Una de las características distintivas de la Cooperativa Mundo de zapatillas xx Ltda. es la significativa presencia de socios jóvenes; justamente, como analizáramos, un sector poblacional expuesto a múltiples problemáticas del mercado de trabajo. Desde el punto de vista de las políticas sociales, la preocupación por la inclusión laboral juvenil es un tema latente, aunque hasta nuestros días las políticas que se implementaron a fin de atender los problemas estructurales muestran severos límites. En función de ello, consideramos necesario profundizar en la reflexión y en acciones concretas en torno a una estrategia de mayor alcance e integradora de diferentes líneas de acción; entre otras múltiples intervenciones que contemplen la posibilidad de profundizar en el impulso y acompañamiento de emprendimientos asociativos productivos, como el caso expuesto.
Como vimos, en esta experiencia: (a) se favorece la formación y capacitación; (b) se permite iniciar o proseguir una vida profesional y adquirir una práctica laboral vinculada a un oficio; (c) se promueve un cierto margen de estabilidad al socio/trabajador; (d) se da paso a una alternativa que se basa en prácticas colectivas que estimulan la pertenencia a un «nosotros» y acentúan la importancia de lo colectivo ligado a los principios cooperativos. A estos aspectos se agrega que es una alternativa abierta a jóvenes sin experiencia laboral previa e incluso aquellos que cuentan con bajo nivel de instrucción. Para los recientes ingresantes trabajadores, se trata de un primer empleo de calidad y estabilidad basado en valores solidarios.
Claro que las posibilidades se limitan a mayor intensidad de las inestabilidades del contexto económico e institucional de Argentina, lo cual en general dificulta el sostenimiento y la continuidad, entre otros, de los emprendimientos cooperativos. Hasta aquí la exposición del caso. No obstante, el panorama abierto en los últimos meses convoca a renovar la vigencia de formas de inclusión laboral destinadas a los y las jóvenes ante un escenario a las claras desalentador.
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1 Dado que expondremos datos de una experiencia concreta, y teniendo en cuenta las consideraciones éticas involucradas en la investigación cualitativa, se optó por utilizar un nombre de fantasía para hacer referencia a la cooperativa sobre la que versa el presente artículo.
2 El formulario de encuesta contuvo una serie de preguntas cerradas organizadas en función de relevar datos sobre distintos aspectos fundamentalmente de las trayectorias educativas, las trayectorias laborales previas a la cooperativa y las trayectorias en la cooperativa. Además, se incluyeron preguntas referidas a edad, sexo, estado civil, composición del hogar, etc.
3 Inicialmente se estimó un trabajo de campo de mayor amplitud que consideraba la realización de entrevistas a socios jóvenes. No obstante, razones de índole presupuestaria obstaculizaron el traslado para la realización de estas. Cabe mencionar también que en el momento de la toma de la encuesta se recogieron dos registros menos de lo previsto, porque dos trabajadores se encontraban ausentes. Los socios fundadores, varones y mujeres, cuentan con entre 30 y 50 años. En particular, una de ellas es la principal encargada del dictado de los cursos de capacitación y se formó inicialmente en los cursos que antecedieron al origen de la cooperativa.
4 Un análisis del mismo caso realizado por las autoras puede verse en Fridman, V., & Otero, A. (2019). Economía social y sostenibilidad: aportes sobre condiciones y tensiones a partir de una experiencia argentina. En M. L. Jiménez Guzmán (Coord.), ¿Formas alternativas de trabajo en el mundo globalizado? (Comp.). México: Universidad Nacional Autónoma de México, Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias. Cuernavaca; y en Fridman, V., & Otero, A. (2019). Cooperativismo e inclusión laboral joven. Una experiencia argentina actual. Trabajo y Sociedad, 32, 609-624.
5 Además, siguiendo al mismo autor, se trata de trabajos que permiten el desarrollo de las capacidades por sobre la eficiencia definida desde la maximización de las ganancias individuales, y promueven el acceso de los trabajadores a medios de producción por propiedad o posesión/usufructo (Coraggio, 2011, p. 81).
6 Actualmente, a partir de un cambio de Gobierno con signos abiertamente neoliberales, nos encontramos con un escenario abierto y con probabilidad de cambios significativos frente al proceso que se venía llevando adelante (se estima que en los meses recientes han caído en la pobreza 1.400.000 argentinos y se han reportado más de 127.000 despidos).
7 «Las CT implican la asociación de personas con el objetivo de reunir los medios para ejercer en común su actividad profesional, combinarlos con sus propias fuerzas de trabajo en la unidad productiva que organizan al efecto y orientar sus productos o servicios en condiciones que les permitan renovar sus medios de producción, y, al mismo tiempo, asegurar su subsistencia» (Vienney, 1980, citado en Vuotto, 2011, p. 14).
8 Usualmente se han considerado «jóvenes» al grupo de personas de entre 15 y 24 años, pero las transformaciones en la condición juvenil permitieron extender el límite superior e incluir a personas que tienen hasta 30 años. Pueden diferenciarse tres grupos: jóvenes menores (entre 15 y 19 años), jóvenes plenos (entre 20 y 24 años) y jóvenes adultos (entre 25 y 29 años).
9 Si bien la tasa de población joven argentina es una de las más bajas en la región, producto de la reducción de la tasa de natalidad y el aumento de la expectativa de vida, es la más numerosa que Argentina ha tenido hasta el momento (OIT, 2008).
10 En cuanto a la relación entre el trabajo en los jóvenes y su nivel de instrucción, los datos muestran que los que tienen secundaria completa no presentan gran diferencia con aquellos que no la completaron en lo que respecta a la desocupación, mientras que es significativamente menor la cantidad de desocupados entre quienes completaron la educación superior. En cuanto a la tasa de ocupación, se identifica cierta diferencia a favor de los que tienen secundaria completa frente a aquellos que no la completaron, pero, sobre todo, son más los ocupados entre los que terminaron el nivel superior.
11 Este apartado y el próximo se han elaborado con base en el análisis de entrevistas realizadas, más documentos de la misma cooperativa e informes de organismos oficiales.
12 Por el dictado de los cursos, forman parte de la Red de Formación Continua del Ministerio de Trabajo de la Nación, prestando capacitaciones que se acreditan con un certificado oficial. En términos de recursos, cuentan con el aporte del Ministerio de Trabajo, que es destinado al pago de horas de capacitación a los docentes y a gastos corrientes y de gestión y coordinación del proyecto. Por su parte, la cooperativa aporta la logística, las acciones de difusión, la inscripción en los cursos y la convocatoria.
13 El programa Marca Colectiva. Este comenzó a implementarse en 2009 a partir de la Ley 26355/2008.
14 Un ejemplo de esto es que un operario de máquinas de dos agujas no puede percibir lo mismo que quien tiene habilidad solo para una máquina más simple. De todas maneras, se da la posibilidad de que, en horas extras, los trabajadores puedan realizar prácticas en maquinarias más complejas que les permitan cambiar de categoría.
15 En Argentina, el monotributo (1998) se refiere a una forma de inscripción con fines tributarios que pueden hacer las personas físicas y jurídicas. Cabe aclarar que cuentan con descuentos jubilatorios y obra social.
16 Los datos sobre la composición surgen del trabajo de campo realizado por las autoras.
17 Como señala Ferrández-Herranz, las cooperativas, «como empresas del mercado, mantienen un comportamiento similar al del resto de sociedades con las que compiten, pero sus actuaciones se caracterizan siempre por la finalidad de servicio de sus miembros, por sus procesos democráticos y autogestionarios, y por la primacía de las personas y el trabajo sobre los recursos de producción» (Ferrández Herranz, 2000, p. 11).