RESEÑA
BERRY, Daina Ramey, 2017, The price for their pound of flesh. The value of the enslaved, from womb to grave, in the building of a nation, Boston, Beacon Press. 262 pp.
Para ser alguien que decía tener 160 años, la vitalidad de Joice Heth debe haber sorprendido a más de uno de los espectadores que acudían a sus presentaciones. Actriz y esclava, Heth recorría diversos escenarios contando sus historias bajo la atenta mirada de su dueño, el empresario P. T. Barnum. Era tal la acogida que, en una sola gira de siete meses, el empresario nor-teamericano recaudó el equivalente a un millón de dólares actuales. Pero Heth falleció en febrero de 1836, privando al empresario de la gallina de los huevos de oro. Dispuesto a aprovechar al máximo la fama de Heth, Barnum decidió sacar ventaja de su cadáver, y rápidamente armó un espectáculo donde un grupo de médicos haría una autopsia pública. Las entradas se agotaron rápidamente, en parte por el aparato propagandístico montado por el mismo Barnum, que promocionaba a Heth como alguien que había sido la enfermera de George Washington y vivido las guerras de Independencia, aun cuando la autopsia estableció que ella no podía tener más de setenta años. Por más grotesco que parezca este incidente, no se trató de un caso aislado. Según lo señala Daina Ramey Berry en su reciente libro, aun después de muertos, los cuerpos de los esclavos eran usufructuados hasta límites inhumanos con el único propósito de que rindieran ganancias a sus amos.
Profesora asociada en el Departamento de Historia de la Universidad de Austin, Texas, Berry es autora de The price for their pound of flesh, donde estudia la compleja red de actores, mecanismos y momentos que intervinieron en el momento de establecer el precio de los esclavos en las décadas previas a la Guerra Civil norteamericana. Este libro recorre las principales etapas en la vida de los esclavos y cómo era valorada económicamente cada una de estas. Si bien podía limitarse a contextualizar el proceso de asignación de valor económico a los esclavos, y con ello hacer ya una buena contribución, el libro no se conforma con dicha tarea y apuesta por extender el arco vital desde antes del nacimiento hasta que los esclavos fallecían como Heth. La autora ha revisado un conjunto considerable de fuentes cualitativas y cuantitativas, como pólizas de seguro, registros de plantaciones, memorias, avisos en la prensa y testamentos, para entregarnos un texto incómodo, que expone el trato inhumano que recibían los esclavos en Estados Unidos tanto en vida como luego de su muerte. La literatura sobre la esclavitud suele hacer énfasis en el aspecto mercantilista que caracterizaba a este sistema, pero Berry traslada su estudio al cuerpo mismo de los esclavos, a la forma en que estos buscaron modificar su valor a medida que crecían y envejecían, así como a sus desesperados y a veces meticulosos esfuerzos para evitar ser vendidos y separados de sus familias.
El libro de la profesora Berry articula dos líneas de investigación que han vuelto a encontrarse en estos últimos años. El periodo que se abre en 2008 es particularmente significativo porque, de un lado, marca el inicio de la Gran Recesión y una preocupación por reexaminar y cuestionar el capitalismo. Desde entonces, una nueva serie de estudios ha dado cuenta del sistema económico en Estados Unidos y a nivel global, siendo quizás el libro de Thomas Piketty (El capital en el siglo XXI) el ejemplo más visible. Simultáneamente y, por otro lado, la llegada a la Casa Blanca del primer presidente afroamericano, junto con el inicio de las conmemoraciones en 2011 por el sesquicentenario de la Guerra Civil norteamericana, revitalizaron las investigaciones sobre la comunidad afroamericana. Algunos investigadores retomaron el vínculo entre esclavitud y capitalismo, generando uno de los debates académicos más intensos de las últimas décadas. Baste recordar la controvertida reseña de The Economist («Blood cotton») del libro de Edward Baptist (The half has never been told) donde la revista relativizaba el rol de los esclavos y su posterior disculpa pública, para captar el tono del debate.
Aunque Berry no se sitúa explícitamente en este, es imposible no entender su libro como una contribución a la conexión entre esclavitud y capitalismo. Uno de los aportes del libro es introducir el aspecto personal y subjetivo de los mismos esclavos en las diferentes etapas de su vida, desde la falta de conciencia durante la niñez hasta los diez años, aproximadamente y el lento descubrimiento de que eran propiedad de sus dueños y sus acciones estaban limitadas. Así, una de las mayores preocupaciones en distintos momentos de sus vidas era el temor a ser vendidos y la consiguiente separación de sus familias. Muchos de ellos, por ejemplo, recordaban las subastas públicas como eventos traumáticos durante su juventud y adultez. Incluso si lograban sortear el ser vendidos y llegaban a ancianos (una etapa que comenzaba alrededor de los cuarenta años), se abría un nuevo escenario de aislamiento y olvido hacia ellos. En algunas ocasiones, como bien lo sugiere la autora, los mismos esclavos lograban afectar directamente las operaciones que se realizaban contra ellos. Es el caso de Ponto, un esclavo que en medio de una subasta en Virginia saboteó su propia venta al decir a los potenciales compradores que en realidad tenía 40 años y se encontraba enfermo, a diferencia del anuncio que lo presentaba de 32 años y en perfecto estado de salud para trabajar en las plantaciones.
El capítulo más impactante es, sin duda, el dedicado al ghost value y al tráfico de cadáveres de esclavos. Berry hace un trabajo impresionante al abordar la valoración post mortem de los esclavos y reconstruir la trayectoria desde su deceso hasta la sala de operaciones de los médicos. Más que una operación llevada a cabo de manera desorganizada, el libro muestra tanto la peculiar sincronía entre los ciclos agrícolas y la disponibilidad de los cadáveres, como las condiciones para su conservación y transporte desde el campo hacia las escuelas de medicina. El tráfico de cuerpos derivó en una fetichización de los cadáveres de los esclavos, lo cual llevó a que personajes importantes buscaran apropiarse de algunos de estos para exhibirlos incluso en sus propias residencias. Asimismo, un extenso comercio ilegal de partes humanas floreció como consecuencia de esta práctica, hasta que las autoridades intervinieron y regularon la disponibilidad de cuerpos para el estudio de la medicina.
Aun cuando se trata de un excelente libro, que ha merecido elogiosos comentarios de académicos y medios, hay aspectos que quizás ayudarían a mejorar la narrativa. Por ejemplo, capítulos como «Mildlife and older adulthood», que no parecen seguir el mismo ritmo del conjunto. De igual modo, es posible notar una cierta insistencia en abordar el tema del ghost value en varios de los capítulos. Un epílogo con sugerencias comparativas, que arriesgue un marco más amplio que el norteamericano, hubiese sido útil para entender la peculiaridad del caso estadounidense. Pero estas críticas no desmerecen los muchos aportes del texto. Uno de sus aspectos más hábiles consiste en establecer constantes vínculos entre episodios del periodo anterior a la Guerra Civil y el presente, como la persistencia de abusos contra el cuerpo de los afroamericanos: la manipulación, por ejemplo, de Henrietta Lacks al extraer células cancerígenas de su cuerpo sin su consentimiento o el mortal ensañamiento y asesinato de afroamericanos que daría lugar al movimiento Black Lives Matter. Es un libro difícil de leer por momentos, debido a los testimonios de las víctimas y a lo que enfrentaron hasta no hace más de siglo y medio. Pero es un libro muy recomendable, que ahonda en las raíces de prácticas inhumanas que tuvieron como fin el lucro y que nos interrogan por el legado de las mismas.
José Ragas
Cornell University, Ithaca
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