RESEÑA DE LIBROS

POLLAROLO GIGLIO, Giovanna, 2015, De aventurero a letrado. El discurso de Pedro Dávalos y Lissón, Lima, Universidad del Pacífico. 287 pp.


En El amor en los tiempos del cólera leemos que «Florentino Ariza escribía cualquier cosa con tanta pasión, que hasta los documentos oficiales parecían de amor». Del mismo modo, Giovanna Pollarolo deja su impronta literaria en un libro de investigación de corte histórico, pero donde palpita un Pedro Dávalos que casi parece un personaje de novela ideado por ella. Es notable la identificación que siente con su objeto de estudio.

Desde el epígrafe de Julio Ramón Ribeyro –que cito a continuación: «[…] Se veían cinco fotografías alineadas correspondientes a cinco generaciones, desde su chozno librero, siglo XVIII, hasta su padre, empleado, siglo XX, pasando por tres eminentes y longevos hombres de leyes que ocuparon todo el siglo XIX. Aquellos tres sí que habían tenido éxito y a lo mejor hasta sin problemas de conciencia. Les tocó vivir una época dichosa, paternal y jerarquizada, en la cual los privilegios se consideraban naturales y la riqueza un don del cielo. Ellos fueron el orden, el bastón, la contradanza y el ferrocarril» (p. 8)– se nos muestra una intención de vinculación entre la historia y la literatura, donde, sin duda, Pedro Dávalos y Lissón aparece como un «personaje» que cautivó a Giovanna Pollarolo, quien decide estudiar su «discurso», que «es una clara intención de construir una historia para la nación centrándose en acontecimientos históricos fundacionales que se entretejen con romances aparentemente laterales y que, sin embargo, configuran, a la luz del lenguaje erótico y amoroso, la diversidad de uniones y desuniones que alegorizan las limitaciones del proyecto burgués» (p. 23).

En la presentación, nuestra autora se lamenta del poco conocimiento que tenemos de la novela peruana de fines del XIX e inicios del XX: «No tuvimos novela en el siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX ofrecen poco o nada interesante» (p. 13). Dice Pollarolo que estas eran frases que se repetían una y otra vez como verdades indiscutibles tras constataciones del tipo: «mientras en Francia Flaubert fundaba la novela moderna, en el Perú se seguía practicando un romanticismo ya obsoleto» (p. 13). Todo esto, hasta que Giovanna Pollarolo tuvo noticia y leyó una novela: La ciudad de los Reyes, de Pedro Dávalos y Lissón, cuyo nombre solamente la remitía a una calle de San Isidro. Los datos, que aportaba el ejemplar que tenía en sus manos, traían una escueta información sobre el «historiador y escritor literario nacido en Lima en 1863 y fallecido en 1942» (p. 14). El listado de obras allí mencionado la llevó a pensar en un historiador más que en un novelista. Sin embargo, al leer La ciudad de los Reyes, donde se desarrolla el periodo inicial de la República aristocrática, se sorprendió de la variedad de tramas narrativas, las que transcurrían tanto en ámbitos reales como ficticios y donde Lima estaba reflejada en toda la complejidad de fines del XIX. Lima es una ciudad atemorizada, en crisis y sin salida, según la percepción de los personajes. El presidente de turno es uno, que representa a Cáceres, y el joven que viene a salvar a la patria no es otro que Piérola… Pollarolo leyó toda la producción tanto literaria como histórica del aventurero que devino en letrado y el eje de su preocupación se centró en tratar de entender el silencio del que fue víctima, «la invisibilidad a la que fue condenado» (p. 17).

Lo que más llamó mi atención al leer el fluido, ameno e interesante estudio es que va construyendo, configurando a Dávalos como un personaje. Así en el primer capítulo presenta su discurso en el contexto generacional, biográfico e ideológico «con el fin de establecer y comprender su ubicación en el sistema discursivo de nuestras letras y plantear algunas hipótesis sobre su marginalidad» (p. 25); y va modelando al personaje Dávalos del siguiente modo: joven soldado en la defensa de Lima; alumno en San Marcos; minero en la provincia de Huaylas, en Bolivia e Iquique; viajero que visita Nueva York y París; diplomático en México, La Habana y Nueva York; y también corredor de seguros.

En una nación que debía ser reconstruida (el Perú es un país exangüe, amputado, dolorido), Dávalos define su futuro dramáticamente: quiso ser uno de los trece de la Isla del Gallo, un aventurero, pero no cualquiera, uno equivalente a Pizarro, el conquistador; y, por ello, sale de Lima.

Un primer elemento para justificar el olvido e invisibilidad de Dávalos es que, en realidad, era un outsider que no compartió de manera explícita la ideología de la llamada «generación dolida». Su obra es ajena a la que se produjo a lo largo de la primera mitad del siglo XX. Otros críticos lo consideran «un solitario apartado tempranamente del brillo enceguecedor del modernismo, mezcla de anarquista e iconoclasta, que desprecia verdades prefabricadas, capillas, grupos, academias, ateneos» (p. 79).

En el segundo capítulo, Giovanna trabaja especialmente el discurso político-histórico de Dávalos y el personaje se va construyendo como un historiador: empieza como atento oidor y testigo de importantes sucesos que se convertirían en hechos históricos y los protagonistas de tales hechos descubren en él a la persona ideal para narrar esa historia. Cito: «Tome nota de mis narraciones y mañana cuando usted sea un hombre acaudalado, enriquezca nuestra literatura guerrera perpetuando en un libro cuanto le cuento» (p. 87), le dice Billinghurst, y Mariano Ignacio Prado le pide lo siguiente: «Anota y escribe todas esas cosas que te estoy contando y que día te seguiré narrando, para que mañana contradigas a las gentes que quieran falsear la verdad» (p. 87). Dávalos siente que su misión es contar la verdad y contarla tal como ocurrió. Cree en la Patria Nueva que como ave Fénix renace de las cenizas de la Guerra del Pacífico, y este es otro elemento que con el correr del tiempo invisibiliza a Dávalos: su lealtad a Leguía. En este capítulo, el personaje Dávalos se sigue moldeando y ahora también es historiador, enganchador en las haciendas del Norte, cauchero, sociólogo…

En el tercer capítulo, aparece el narrador, el creador de ficciones sobre la base de un proyecto nacional con el que Dávalos comulga. Giovanna Pollarolo lo inscribe en la llamada –por Sommers– novela fundacional del XIX, cuya principal característica es que a través de la estructura del romance amoroso era posible proponer el camino de la reconciliación nacional: «La metáfora del matrimonio se desborda en una metonimia de consolidación nacional» (p. 167). El género en que Dávalos incursiona es claramente el de la novela histórica, que trabaja como suplemento de la historia, pues se basa en documentos y testimonios reales. Toma como modelo a Pérez Galdós y siente que su misión es entretener y enseñar; la dimensión pedagógica es vital para él. No en vano, elige personalidades históricas que tienen un papel decisivo en los destinos de la nación: San Martín, Bolívar, Pardo… Dávalos entonces produce literatura con un fin específico: escribir la verdadera historia.

Yo siento que Giovanna Pollarolo, como Dávalos, imbuida de las ideas de los fundadores del método histórico –Ranke, Michelet, Tocqueville y Burckhardt–, tiene la certeza de que es posible acceder al conocimiento del pasado, a la historia verdadera, gracias al estudio de los documentos y considera que, a partir de ellos, se puede narrar una historia. Eso es lo que nuestra autora va haciendo a lo largo de su estudio: configura, yo diría que crea, al personaje Dávalos en primer lugar como aventurero (joven soldado en la defensa de Lima, alumno en San Marcos, minero, viajero en París, diplomático, corredor de seguros enganchador, cauchero) y luego como letrado (historiador y novelista). Además, y esto es algo muy importante, le ha dado voz a quien estaba silenciado y ha sacado a la luz a quien injustamente estuvo invisibilizado. Por último, estoy convencida de que, en algún momento y de alguna manera, Giovanna Pollarolo convertirá a Dávalos en personaje de alguna de sus ficciones. Y estoy esperando ese momento.

Martina Vinatea Recoba

Universidad del Pacífico, Lima

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