Apuntes 82 (2018). doi: https://doi.org/10.21678/apuntes.82.868
COSAMALÓN, Jesús Antonio, 2017, El juego de las apariencias. La alquimia de los mestizajes y las jerarquías sociales en Lima, siglo XIX, Lima y México D. F., Instituto de Estudios Peruanos & El Colegio de México. 430 pp.
Protociencia de al menos 2.500 años de antigüedad, la alquimia fue la búsqueda ilusoria para encontrar la fórmula que permitiera convertir en oro la mezcla de ciertos elementos. Procurando combinarlos adecuadamente, se intentaba convertir en algo valioso los elementos que no lo eran. Se trataba de producir una mejora. El historiador Jesús A. Cosamalón se vale de esta idea para llamar la atención sobre el modo en el que la ciudad de Lima se jerarquizó entre inicios del siglo XIX y hasta antes de la Guerra del Pacífico (1879-1883). A través de la captación y la adecuada combinación de capitales educativos, económicos, residenciales y, sobre todo, matrimoniales, en dicho período se procuró convertir en algo valioso algo que no lo era. ¿Qué fue ese algo? El color de la piel. Como el oro de los alquimistas, en la Lima decimonónica de preguerra se buscaba producir con la mezcla de esos capitales el blanqueamiento de la piel.
Analizando exhaustivamente el censo de Lima de 1860 que se conserva en el Archivo Histórico de la Municipalidad de Lima –probablemente el documento más antiguo con información detallada del total de la población capitalina de la época–, Cosamalón emprende una cabal demostración de la principal tesis del libro, a saber: «El racismo y la discriminación no fueron incompatibles con la república igualitaria porque el sistema permitió escapar a las etiquetas raciales por medio de la movilidad social […]» (p. 46).
Si bien Cosamalón no es el primer historiador en sostener la coexistencia de la emergencia de una república igualitaria ante la ley y la discriminación racista, no obstante –hasta donde tengo conocimiento– es el primero en demostrar, con un cuidadoso uso de datos estadísticos, que pese a la importancia que tuvo el color de la piel y al papel fundamental que jugó en la construcción de las jerarquías sociales de la ciudad de Lima a mediados del siglo XIX, los sujetos procuraron y muchos consiguieron una movilidad social a través de la alquímica combinación de los antes mencionados capitales educativos, económicos, residenciales y matrimoniales que los «blanqueaba» o «ennegrecía». En ese sentido, el libro se posiciona en un lugar destacado en el marco de la historiografía del siglo XIX. Cosamalón es un historiador que realiza, pues, la sociología del racismo de un tiempo pasado.
¿Pero de qué se trata ese blanqueamiento o ennegrecimiento de la piel? Los físicos nos han enseñado que la percepción de los colores es el producto de una compleja y asombrosa interacción entre la luz y la materia. Nuestros ojos, dotados de un cristalino finamente esculpido por el paso del tiempo, captan el producto de esta interacción en forma de color. De tal manera, el color rojo de, por ejemplo, una rosa no está stricto sensu en la rosa, sino en la forma en que sus pétalos captan cierto tipo de ondas energéticas contenidas en la luz. ¿Y el color de la piel? Su pigmentación y el color de una persona no son necesariamente lo mismo. La primera se puede explicar biológicamente; el segundo, no. Para esto son necesarias las ciencias sociales y las humanidades.
Es tan compleja como asombrosa la interacción que produce el color según el estudio de los físicos y la percepción sociológica del color también lo es. En efecto, lejos de ser verdad que una persona sea «blanca», el color de los seres humanos se produce por la interacción de elementos sociales no siempre visibles para nuestros ojos. Parte del trabajo del científico social consiste en explicitarlos y explicar su funcionamiento. Así lo hace, con brillo, el historiador Cosamalón. En ese sentido, propone comprender la percepción del color de los limeños decimonónicos de preguerra como el resultado de un juego de apariencias: «Es el juego de las apariencias que exige que las personas luzcan de una manera en particular, cuyas reglas son compartidas por observadores y observados» (p. 49, resaltado del autor). Apariencia y percepción producen finalmente el color de la piel en relación a la posesión o no de atributos altamente valorados, como la educación, el dinero, la vivienda y una pareja adecuada. Se trata de una percepción performativa del color de la piel en Lima en el siglo XIX. Esta es otra tesis fundamental del libro y densamente sustentada.
Así, pues, estamos ante un estudio riguroso en el tratamiento de las fuentes y la bibliografía. Es un texto denso, compuesto de un prefacio, una introducción (larga y un tanto laberíntica), cuatro robustos capítulos (Lima de fin de la Colonia; los limeños según el censo; las reglas del juego de las apariencias; y el matrimonio como operador de la alquimia racial), una parte final a manera de conclusión, anexos y agradecimientos, además de las fuentes y una extensa bibliografía al final. Salsero confeso y orgulloso seguidor de ese género musical indudablemente latinoamericano, Cosamalón inicia casi cada parte, con excepciones en los capítulos 3 y 4, con una referencia musical de ese género, incluso los agradecimientos. De las 430 páginas del libro, pocas dejan de tener sustanciosas notas al pie de página, tan sustanciosas que varias llegan a ocupar casi la mitad y muchas otras más de dos tercios de página.
Lo que me parece, como mínimo, contestable es el uso que propone Cosamalón de la categoría mestizaje. Está claro que, por un lado, existe el uso de este término en las propias fuentes, pues el censo que Cosamalón analiza tiene como una de sus variables tal categoría; pero, por otro lado, es distinto el modo en el que el historiador lo usa para proponer sus ideas analíticas. Esa distinción no es del todo clara en el libro. No siempre se llega a estar seguro de cuándo el autor lo utiliza del modo en el que la fuente lo hace y cuándo del modo en que él, como historiador, lo entiende o se posiciona frente a la categoría.
Con todo, el libro es fundamental y de interés no solo para historiadores, sino para todo investigador que procure comprender tanto la historia decimonónica de Lima como la importancia fundamental y fundacional del siglo XIX para la formación de estereotipos raciales ligados a la estratificación social en el Perú.
Erik Pozo-Buleje
Pontificia Universidad Católica del Perú, École des Hautes Études en Sciences Sociales
epozo@pucp.pe